Varia
Que se jodan
1) Echo a andar un taller de creación literaria en la Santa Solita, una pulquería del centro de Tlalpan. ¿Cómo se va a llamar?, me preguntan. Y la respuesta surge inclemente: “Alfredo Bryce Echenique”. Es una buena oportunidad de ponerme a mano con los románticamente llamados amantes de lo ajeno. De agradecerles su ejemplo.
2) Siempre he admirado a los rateros. Han ejercido una suerte de fascinación en mí. Tienen algo superior, que los hace inmortales. Yo de pequeño solía robar dinero de la cartera de mi abuelo. Cuando lo hacía me sobrevenía una erección incontenible. Pero en mi caso creo que lo hacía por venganza.
3) Un ratero tiene algo que lo hace heroico, y es esa capacidad de apropiarse de lo que no es suyo. Crear armonías disonantes, como lo hizo Mozart. Pero hay que reconocer que exige más temple meter la mano en la bolsa de una mujer y extraer la cartera en un transporte público, que publicar como personales textos de otro autor.
4) Bienvenidos los escritores que plagian, porque de ellos será el reino de los premios literarios.
5) Hace poco presenté el libro del poeta Argel Corpus. Él mencionó que el maleante don Alfredo Ríos Galeana le había inspirado una serie de los poemas de su libro. Yo creo que el ratero Bryce Echenique ya rebasó a aquel sanguinario de buena cuña. Porque los señores que escriben en las secciones culturales ya repararon en él. Es un ídolo. Todos los días aparecen artículos, comentarios, editoriales acerca de su actuación. Y no es común que los extremos se toquen. Allí está el pillo. Dichosa la rata que se escabulle de una habitación a otra.
6) Plagiar tiene algo de morbo y de genialidad. Descubrir el plagio, nomás de morbo.
7) Un mundo para Julius, del aludido Bryce, está entre mis libros de cabecera. Y ahí permanecerá hasta el día de mi muerte. Algo tuvo que haber acaecido para que este enorme novelista se quedara sin frenos. A lo mejor de chiquito era ratero como yo.
8) Es difícil creer en el acto del plagio cuando el arte pertenecía a la comunidad y el artista no inscribía su nombre en el vitral, en los poemas provenzales, en aquellas canciones que los trovadores llevaban de una población a otra como aves cantoras.
9) Los músicos llaman a las cosas por su nombre. Por ejemplo, inventaron el término variación. Así, utilizan la melodía de otro autor y a partir de ahí construyen una montaña. Con una mano en la cintura plagian aquella melodía que los subyuga, le dan un nuevo formato y aquella obra ve la luz en medio no de la indignación sino de la honra. En efecto, para un compositor equis es motivo de nobleza que otro lo plagie.
10) Paganini crecía no sólo por su técnica de prodigio y maravilla, no sólo por sus Caprichos y sus conciertos que se desparramaban de unos oídos a otros y se iban apropiando de la humanidad culta; Paganini crecía en la medida que otros compositores se adueñaban de sus melodías —no bastaba con inspirarse— y divulgaban la misma pieza, con todos los elementos que la identificaban, que la caracterizaban, pero simple y llanamente le daban un acabado diferente.
11) Para seguir con el ejemplo de Paganini, Brahms compuso sus Variaciones sobre un tema de Paganini para piano y orquesta, desde luego basado en uno de esos temas paganinianos levantamuertos. Y Rachmaninov hizo lo propio. Es celebérrima y endiabladamente difícil su Rapsodia para piano y orquesta sobre un tema de Paganini. Aún más radical Liszt, tomó la Campanella del primer concierto para violín de Paganini y la transcribió para piano. Schumann no se quedó atrás. Son cotizadísimos sus Estudios sobre los Caprichos de Paganini, y sus Estudios de concierto sobre los Caprichos de Paganini. Y cuando menos hay una docena de más casos. Lo cual, vale la pena insistir, no provocaba un mal rato en el ánimo de Paganini sino un bienestar que se reflejaba en su semblante por donde pasaba. Pero no era nada más el sentir del eminente violinista, sino el general. Los músicos siempre se han saludado de esa manera. Se han pasado de unos a otros la estafeta de la admiración. De pronto indicando la fuente y de pronto no. Y nadie se enoja. Por ejemplo, el cuarto movimiento (Allegro ma non troppo) de la sonata para violín y piano No. 5 en fa mayor La Primavera Op. 24 de Beethoven, está basado en un tema de Mozart (aria de Vitellia Non più di fiori de la ópera La clemencia de Tito). Beethoven era muy dado a estos plagios, y no precisamente por que le faltara inspiración.
12) Sea por Dios, por una vez honremos a las ratas.
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