Texto del lunes
Poema
CIUDAD DE MÉXICO, 18 DE ENERO DE 2010
¿Qué significa el amor
que te hace percibir la belleza
hasta su significado más hondo?,
¿de veras se es tan superficial
en tanto no se está fustigado
por el amor?
Cuando el amor
fustiga
genera reacciones.
Cuando el amor horada
nuestro ser
provoca que los vectores
se disparen
hasta localizar
su dirección inequívoca.
Es lo que ha sucedido
entre tú y yo.
Porque no te he podido amar
en plenitud.
Porque acaricias la melena
de mi amor
como si fuese el pelambre
de un gatito de angora.
Entonces yo me pregunto
si estoy en el camino correcto.
E indefectiblemente me respondo
que sí.
Así me has hecho sentir vivo.
No hemos hecho el amor
como deberíamos
y la situación empieza a ser
dolorosa y desesperante.
Siempre se atraviesa algo,
por una u otra razón
no hemos logrado concretarlo.
En parte por ti
y en parte por mí.
No es cuestión de culpas.
Pero creo que incluso
a esta situación adversa
le sacamos jugo.
Ya nos entendemos así.
Creo que disfrutamos beber el agua
que se deposita en la cuchara
de nuestras manos,
antes de preguntarnos
si debemos guardar unas cuantas gotas
para cuando la sed arrecie.
Me has hecho sentir hombre
en todo el vigor del término.
Porque me das el amor a cuentagotas.
Y eso levanta mi espíritu
como una lanza medieval
a punto de atajar al enemigo.
Lucho contra el desaire.
Lucho contra el desprecio.
Lucho contra la subestimación.
Atrás de ti y de mí
no hay nada más
que un camino de miradas,
de caricias que pugnan
por encontrar su destinatario.
Es eso lo que hace crecer
mi amor por ti.
Porque creo que el amor más intenso
es aquel que se finca
en la fragua de dos almas sensibles.
Cuando uno navega
a contracorriente,
cuando las circunstancias
se interponen,
todo lo arduo se vuelve más arduo.
El hecho de que me tengas
en el rincón de tu alma,
me hace apreciar más la vida,
valorarla como se valora la sombra en el desierto.
Y conste que no es que hubiera pensado
―jamás habría sido capaz de tal fatuidad―
que la música no tenía
más secretos para mí.
Si es de lo que pido mi limosna.
De que la música se me revele
en sus dimensiones más intensas.
Tú lo sabes que Schumann provoca
estremecimientos
en mi alma que la literatura no alcanza;
que Schubert me hace creer en Dios
―a mí, eterno disidente―,
que Chaikovski
me remite a mis orígenes
más intrínsecos.
¿Cómo es posible que esto acontezca
en un simple diletante como lo soy yo?
Creo que la razón es tan simple
como obvia.
Me has quitado el pan de la belleza
de la boca.
Para seguir con la metáfora,
hasta hace muy poco no tenía más
que ir a la cocina
y agarrar la charola de la música
para satisfacer mi apetito.
Pues bien, esa charola no está más.
Te la llevaste contigo.
Ahora tengo que rascar
en la corteza de los árboles
para encontrar las vetas del alma.
Y conste que lo asumo
y lo acepto con gusto.
Punzantemente con gusto.
Porque Beethoven se me ha relevado
en su manifestación más dolorosa.
Lo escucho y no es el mismo
que era antes.
Oigo la Hammerklavier
y la sonata ahora es más despiadada,
más enfática,
como si antes hubiese guardado
secretos para cuya respuesta
no hubiese estado yo calificado.
Oigo el cuarteto Las Arpas
y descubro manantiales de vitalidad
que muestran el camino.
El camino que ansío,
que me mantendrá vivo
hasta el momento de tenerte en mis brazos.
Que algún día se va a dar, estoy seguro.
Mientras tanto te seguiré buscando en Chopin.
En ese Chopin que me estás ayudando a descubrir.
Una inmensa gratitud
me anima al escribir estas líneas.
La gratitud de quien se arrodilla
delante de la belleza.
Que con eso me has eximido
de la estulticia y la indiferencia.
Sólo tú lo podías hacer, ángel mío.
Beso tus ojos, que ahora mismo
me están mirando.
eusebio
pd. El día que me dejes me mato.
Deja un comentario