Ensayo
El arte del abandono
1) Abandonar al ser amado exige plantearse una estrategia de combate. En cuanto más sutil se sea, el golpe será menos fuerte y el resultado más radical.
2) Habrá de irse abandonando a aquella persona sin que se advierta. Mediante el desprendimiento, el olvido, el descuido de las cosas cotidianas. Cada vez se hará más énfasis en darle relevancia a la nada. Eso proporciona una suerte de inseguridad indefinible. Algo está pasando alrededor, se dice la persona que sufrirá el abandono. Y por más que busque, no hallará respuesta. Cuando se percate de lo que está pasando, el otro se habrá marchado.
3) Cuando el abandono se habla, no se consuma. Es decir, hablarlo exigirá una suerte de revisión sustancial y dramática. Se hablará y se hablará y cada palabra cruzada alejará el momento crucial. Por otra parte, hablando se llegará a ningún lado. El abandono irá sufriendo la metamorfosis del cambio. El abandono quedará abandonado.
4) En una situación equitativa y equidistante de los contendientes, nadie sabe quién abandona a quién. Pero lo que es un hecho es que no se les ocurre al mismo tiempo. A uno de ellos —¿al más desesperado, al más justo? En la cabeza de uno de ellos y no de ambos surge la iniciativa. Ya le ha dado vueltas. Ya se ha exprimido los sesos tratando de encontrar una solución, o acaso de prolongar aquella indefinición. Pero el único camino es el abandono. Que conducirá a la separación definitiva.
5) Durante el camino hacia el abandono se valoran las cosas. Se pasa revista a todo aquello que fue construido con determinación. Parte de la estructura se desmorona. Y no podía ser de otra manera. Es como un ajuste de cuentas de la que ambas partes saldrán golpeadas.
6) El abandono obliga al fortalecimiento inusitado. Quien abandona habrá de ir preparando el instante crítico mediante lo que acaso reciba el nombre de fortaleza espiritual. O de cinismo. Lo primero que acontezca. Como si fuera la actuación en una obra trágica con visos de comedia.
7) El abandono abre los ojos de los contrarios. Los obliga a la recapitulación. O, mejor que eso, a la reflexión. En un principio, no creen lo que sus sentidos les revela. Aunque la caída, como quería Camus, sea evidente. Surgen las preguntas por veintenas. ¿De verdad las cosas estaban tan mal? ¿De verdad no había más remedio? ¿De verdad no hay marcha atrás? Entonces las resoluciones se precipitan. Es urgente tomar una actitud, actuar. Pero el abandono lleva prisa. No deja más opción, cuando es drástico, que la resignación.
8) El abandonado pierde piso. Alrededor suyo, todo cambia. Distingue la verdadera dimensión de las cosas. En lo que dura el trecho de la aceptación, nada parece corresponder a su sitio. Como si los entes adquirieran otro peso específico. Cualquiera podría decirle que vivía a ciegas. Que en el fondo nada ha cambiado.
9) El abandono va de la mano de la soledad. Exige de sus protagonistas una buena dosis de condición física para encontrar en la caminata el paliativo del oxígeno.
10) Cuando se supera el golpe del abandono, todo parece surgir con nuevos ímpetus. Como si brotaran de una fuente, los sentimientos se vuelven aún más vigorosos.
11) El abandono es útil en cuanto permite palpar la vulnerabilidad. ¿De eso estamos hechos?, habrá quien se pregunte. La piel más resistente se desquebraja al golpe del abandono.
12) Lo mejor del abandono es la reacción posterior, cuando ha transcurrido y su impacto comienza a diluirse al paso del tiempo. Entonces se está preparado para el siguiente.
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