Carta
Carta de John Lennon A Beethoven
Nada más para recordarle, maestro, la deuda que tengo hacia usted, y que cada día crece y se solidifica como una montaña desde la cual se avista el horizonte.
Sé que usted no ignora la gratitud que la humanidad le guarda a su memoria. Yo siempre he comparado su herencia con la de los grandes hombres que han paliado la terrible congoja, el atroz sufrimiento, que significa estar vivo. Su música ha contribuido como ninguna otra —me atrevo a hacer esta afirmación, aunque muchos de mis amigos la reprobarían— a hacer menos trágico el tramo de vida del ser humano en este planeta llamado destrucción. Estoy seguro que usted ya lo veía venir, esta violencia inusitada que permea la vida cotidiana de nuestro tiempo. Y que crece a pasos agigantados. Día por día. Lo mismo en forma endémica, que en el alma de cada quien.
Pues ahora, más que nunca, la música es bienvenida. Cada compositor con su lenguaje, sus códigos, su emoción vuelta alma.
En mi colección de discos está la música completa de usted. A mí me ha servido de inspiración y ancla. De aprendizaje. De lección de vida y de conocimiento de todos los recursos habidos en el arte de la composición.
Le pongo como ejemplo sus sinfonías. Tres de ellas: la tercera, la quinta y la séptima.
La Tercera. Bien llamada Heroica, es un monumento a la libertad. Cierto que el arte de la composición ha sufrido cambios dramáticos. Que las estructuras se han transformado hasta la saciedad, hasta volver irreconocibles los métodos socorridos habitualmente. Eso es normal. El arte sufre los cambios históricos que sufren todas las modalidades humanas. Lo que debe haber es un individuo que se responsabilice de estos cambios, que los nombre, los capitalice y los aproveche hasta las últimas consecuencias. Esos cambios son revolucionarios, y acontecen cada vez que el ambiente humano se convierte en un verdadero polvorín. En que sobrevienen movimientos políticos de enorme magnitud.
Usted, respetabilísimo señor Beethoven, es un romántico. Y su Quinta Sinfonía es una catedral donde es posible sentir el romanticismo en carne propia. Sentir en cada rincón el vuelo poderosos del ala romántica. Desde que la sinfonía arranca, ya no hay descanso posible. Comprende una vastedad sonora, un torrente telúrico, proveniente desde las entrañas mismas de la tierra. Más bien, es una sinfonía indescriptible. Nosotros quisimos hacer eso —cuando digo nosotros pienso en los Beatles como grupo punzo-cortante en lo que a creatividad se refiere. Y creo que lo logramos. Que la gente oyera nuestra música, y que su vida interior se modificara, que creciera ante sí misma y ante los demás. Yo me aventuraría a decir que Help es nuestro álbum más radical. O cuando menos el más representativo de lo que nosotros queríamos hacer en música en aquellos momentos. De hacia donde tiraban los nuevos sonidos. O lo que para nosotros representaba una sonoridad más vasta y poderosa.
Aunque la verdad yo prefiero la Séptima. Quién no lo sabe, es la diosa del ritmo. Una sinfonía que equivale a un huracán. Es una sinfonía de contrastes —contrastes que usted, maestro Beethoven, reconstruyó en el alma del oyente. Le confieso que lo que yo escucho son los ritmos del corazón. Que recorren todos los tramos de la intensidad. Es una sinfonía bellísima, de propuestas melódicas que corren por los oídos como un agua refrescante, que luego de escucharla sobreviene una alegría de vivir como escasas veces se puede sentir.
Y nosotros también acuñamos nuestra Séptima. Es el álbum Magical Mystery Tour. Donde fusionamos tradición y experimentación, siempre en aras de su majestad la melodía.
A sus pies,
John Lennon
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