Texto del lunes
Ensayo
El arte de la vanidad
1) No basta con el personaje protagónico para que el arte de la vanidad cumpla su ciclo, exige un interlocutor que bien podría llevar el nombre de admirador.
2) La vanidad se manifiesta cuando no hay modo de ocultar la modestia.
3) Al lado de la modestia, la vanidad es un juego de niños. La modestia termina por ser más molesta que la urticaria. Hasta que se transforma en vanidad. 4) La mujer poseída de la diosa vanidad es paciente: en cada arruga se unta una crema distinta. Todas las mañanas y todas las noches. Religiosamente.
4) La mujer practica la religión mirándose al espejo.
5) Más allá de la vanidad felina, el varón es el ser vanidoso por antonomasia.
6) La vanidad provoca comezón en las partes del cuerpo que no se ven.
7) La vanidad se engulle la energía de la mente y del espíritu. El portador de vanidad piensa todo el tiempo en sus virtudes, físicas y mentales. En cómo es él. Sabe cómo habrá de pararse ante un aparador que exhiba objetos valiosos. Sabe cómo habrá de caminar para llamar la atención sin llamarla. Ahí está el arte de la vanidad en su más elevada expresión. En ser profundamente vanidoso sin demostrarlo. O mejor aún, en demostrarlo sin que se note.
8) El vanidoso consume cultura en la mayor medida que esté a su alcance. Visita exposiciones, lee, se suscribe a revistas literarias. Porque la cultura da brillo. Un brillo sutil y elegante. Ese brillo es bienvenido. No como el que se agolpa en la cara, y que revela desequilibrio y nerviosismo. Aspectos nada aceptables para un vanidoso.
9) Cada vez que el vanidoso se mira al espejo, busca algún defecto. Está muy cerca de la sabiduría.
10) La palabra vanidad no figura en el diccionario del vanidoso. Sería incapaz de enfrentar esa lectura. Pero hay otra palabra que maneja a la perfección, que lleva entre los dedos de la mano: presunción. Definitivamente, no suena tan fuerte como vanidad. Y, se dice el vanidoso en el colmo de la vanidad, no es pecado.
11) La vanidad encuentra su mejor camino. Paganini era un vanidoso cuesta arriba, si por vanidad entendemos una modalidad de la arrogancia. Aún más vanidoso era Liszt, por su rostro que en su época fue definido como el Apolo Húngaro. A partir de Vivaldi, la vanidad formó parte del arsenal artístico. Cuando Vivaldi abría el estuche de su instrumento, sacaba su vanidad con forma de violín. El prodigio tenía esa forma para él. Los poetas y narradores son menos vanidosos porque no reciben la respuesta del público en forma inmediata. Sobre todo de las mujeres, que alimentan la vanidad vía la flagrante admiración. En este tenor, la vida —llámese la sordera— se encargó de quitarle la vanidad a Beethoven. No de acentuarla. Precisamente se apareció en su vida, cuando tenía la vanidad en la mano y se disponía a cobrársela caro. Como las llagas de Cristo, hizo de la sordera un hermoso chantaje pero no por el lado de la vanidad.
12) Los padres inoculan la práctica de la vanidad en los hijos. Como ejercicio cotidiano.
13) Padres modestos generan hijos modestos. Nadie se jacta de su modestia, porque en ese momento deja de serlo.
14) Pocas cosas tan repugnantes como un escritor adiposo de soberbia.
15) La vanidad figura en las cartas de los restaurantes majestuosos. Antiguamente, las cartas que se les entregaban a las mujeres en este tipo de restaurantes no incluían los precios. Lo cual pronunciaba la vanidad del caballero.
16) La vanidad acaricia el alma.
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