Poesía
Tú y yo a cuentagotas
Acaso el miércoles te mire cruzar
el umbral del bar de sanborns
y aproximarte a mi mesa.
Entonces comprenderé —aun antes
de que hayas dicho una sola palabra;
aun antes de que sepa si acudes a mí
para insultarme o para prodigar
tu amor; aun antes de haber percibido
tu olor;
aun antes de imbuir mi espíritu
de tu perfume; aun antes
de escuchar la música de tu voz;
aun antes de extraviarme
en tus ojos con esa alegría
que caracteriza a los niños
cuando encuentran el objeto perdido;
aun antes de depositar mis labios
en tu mejilla aduraznada;
aun antes de que averigüe
si te acuerdas de mi nombre—,
entonces comprenderé
—aun antes de que las manecillas
se hayan desplazado lo mínimo; aun
antes de que el sol haya cambiado
de humor; aun antes
de que te nombre; aun
antes de que mi corazón estalle; aun antes
de que mis venas se hinchen hasta
adquirir el calibre de una magnum—,
entonces comprenderé —aun
antes de que haya recuperado mi devoción
por la música; aun antes de que mi piel
se haya erizado por imaginarte
desnuda; aun antes de que pase mis dedos
por tus caireles, y detenga en mis yemas
la suavidad de esos lóbulos tuyos; aun antes de
que agradezca a Dios que estás ahí—,
entonces comprenderé que me amas.
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