Archive for junio 2016

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500 palabras

1) Cada vez estoy más cerca de odiarme a mí mismo. Me desprecio. Me subestimo. Me ninguneo. Procuro salir lo menos posible del cuarto donde vivo. Salgo nada más para dar mis clases. Vivo en medio de la suciedad más abyecta. La mujer que visita mi cama, suele criticar mi podredumbre. No me comprende. Quiere verme desde su óptica burguesa. Nadie más lejano de un triunfador que yo. Los hombres de éxito no tienen nada que ver conmigo. Soy un gusano que se arrastra por la superficie de la piel humana. De quienes tienen un ápice de fe en mí. Siempre intento abrirles los ojos a estas personas. El país se está cayendo en pedazos. Con qué ánimos tienen fe en mí. Lo ignoro. Dejen en paz a este pobre diablo. Y córranle a manifestarse por su patria.

2) Lo único que eleva mi espíritu es la música. Doy cursos donde Beethoven es la equivalencia del alcohol. Porque sólo en Beethoven y en el alcohol encuentro el aliciente para seguir vivo. En las personas que me rodean sólo encuentro un poco de piedad. De conmiseración. Tratan con más caridad a su mascota. Y están en su derecho.

3) Ayer me metí a beber a un tugurio que navega con bandera de restaurante. Era de noche. Todo lo que pedía se había acabado. Había dos mujeres bebiendo cerveza en la mesa de junto. Me puse de pie y les invité un trago. Las dos me miraron, se miraron y dijeron que no. Gracias. Que esperaban compañía. Me asaltó entonces un temor. Una suerte de instinto de venado cuando sabe que se lo pueden comer las fieras. Regresé a mi mesa. Y me robé el cuchillo. Tenía que cruzar la calzada de Tlalpan por abajo. Por esos túneles que van de un extremo al otro.

4) Además de mis talleres de creación literaria y cursos de apreciación musical, coordino un círculo de lectura. Nos reunimos el último miércoles de cada mes. Leemos una novela y la comentamos. Aprovecho para leerle al grupo un cuento y poemas. De tantos autores como moscas hurgan en mi arroz. Desde luego, dejo mis autores favoritos. Dostoievski. Salinger. Capote. Revueltas. Chéjov. Releer es uno de los placeres punzocortantes más eficaces. Solamente en una relectura se descubren los secretos de un libro. O de un cuento. O de un poema. Siempre quise escribir un poema. He escrito algunos. Sobre todo para mujeres. Y para el alcohol.

5) El alcohol se filtra entre lo versos. Los raspa. Hasta hacerlos que sangren. El alcohol es una bendición. Te abre los ojos. Y los oídos. Beethoven se aprecia más cuando de la sangre bulle el alcohol. Lo mismo acaece con Panait Istrati. Y con unos cuantos más. También entre los músicos acontece esta brutalidad. Son pocos los músicos que nos sacuden el alma. Beethoven. Mozart. Brahms. Schubert. Schumann. Tchaikovski. Dvorák. Hay quienes se percatan de que tienen el poder del arma y la ocultan. Se vuelven fresas. Como Stravinsky.

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Un contacto por día

Cada día elimino un contacto
de mi celular.
Cada día regalo una pluma.
Cada día me deshago de un libro.
Cada día dejo de dar un paso.
Cada día me despierto más tarde.
Cada día bebo lo mismo pero más cargado.
Cada día tolero menos la ignorancia
de mis interlocutores —sobre todo
si no me hacen reír.
Cada día extraño menos a las mujeres.
Cada día abomino más de mis ojos,
que cada vez que me miro al espejo
me devuelven la imagen de alguien
que aborrezco.

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Receta para escribir un poema

Así se empieza a escribir un poema:
poniendo dinero en la mano de una mujer.
Una mujer
que no necesite dinero
pero que perciba que está cediendo
algo muy importante
por aceptar ese dinero.
Puede ser una mujer adinerada o no.
Hermosa o no. Nada de eso tiene que ver.
Pero de preferencia que no sea vieja,
para que sienta que tiene una vida por delante.
Ya está en el camino correcto.
Ponerle precio a su amor.
Nada más feliz para cualquier mujer.
No hay que excederse con la cantidad.
Tampoco que piense que vale mucho —nunca
habrá modo de bajarle los humos.
Darle el dinero y hacerle creer
que es un gesto generoso
por parte de quien lo da.
Que no debe nada en cambio.
Hacerle creer eso.
La próxima vez que extienda la mano
sutilmente hay que rozarle el muslo.
Y que acepte que sea la mano de un amigo.
La puerta está abierta.

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