Archive for noviembre 2016

Epitafio

Demasiado tarde.

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El violonchelo

Para César Martínez Bourguet

Es la voz de Dios en la música.
Nadie osa interrumpirlo.
Se identifica desde kilómetros.
De pronto semeja un violín gigante.
Como el violín de un monstruo.
Cuando suena, todo se estremece.
Tiemblan las manos firmes.
El cuerpo granítico parece de trapo.
¿Qué se necesita pata tocar ese violinzote?,
se preguntan los niños.
La mujer lo coloca entre las piernas,
y quien suda es el espectador.
Hasta donde se sabe
Mozart no lo incluyó en su repertorio.
No importa,
Bach lo trajo al mundo
para satisfacción de los débiles.
Mstislav Rostropovich lo toca con devoción.
Más que Mischa Maysky.

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Novela de Héctor Trinidad Delgado

En este alud de libros que invade la mesa de novedades de las librerías, así como la mentalidad de los lectores, ha hecho su aparición una novela que por su trama, su lenguaje y su estructura, no se parece a ninguna otra. Se intitula Negrura (Almaqui Editores) y la conversación es con su autor: Héctor Trinidad Delgado —por cierto, doctor además de escritor.

—¿El peso de la novela está en su aportación médica o en su aportación narrativa?

Negrura es al cien por ciento un acto narrativo. Cierto es que se apalanca en material tradicionalmente perteneciente a la medicina, pero su cuerpo y esencia son narrativos. En Negrura, a diferencia de la causalidad del mundo científico, importa más lo que sucede que la causa por la que sucede.

—¿Se trata de personajes inmortales?

—No y sí, en ese orden: no, porque son personajes humanos, cuyo diseño por naturaleza es finito y nunca infinito. Mis personajes están enfermos y empeorando y al menos uno morirá en el transcurso de la historia. Y sí porque, como cualquiera de nosotros, posee una dotación genética que ha sido reciclada y renovada, actualizada dirían hoy, conforme transcurre nuestra vida. Es decir, tenemos una parte del material genético de cada uno de nuestros padres, que a su vez lo heredó de cada uno de sus padres y así hasta el primer genoma reconociblemente humano que, por lo tanto, no ha muerto del todo desde aquellos lejanos tiempos, generaciones atrás.

—¿Cuál es el trasfondo psíquico de la novela?

—La demencia. Ese proceso atroz que llega sin avisar, nos invade sigilosamente y todo nos lo quita. Incluso para el enamoramiento que presenciamos y para el amor que trasciende, la locura es el motor de personajes e historia. No podría ser de otra forma siendo que también el amor es tanto una manifestación como una de las tantas causas de la locura: prueba de ello es la lastimosa conducta observable de quienes nos enamoramos. Y de la no observable ni hablar.

—¿Cuánto tiempo le llevó escribirla?

—Un año y medio, considerando allí unas cuantas semanas en que hubo que tirar cantidad de cosas que ya vistas desde la distancia eran completamente inútiles. No digo que lo que quedó sea útil, digo que para darle su forma final hubo que desechar muchísimo material. Es bien sabido que escribir implica borrar y ambas cosas toman tiempo.

—¿Es difícil conciliar la ciencia y la literatura?

—Siendo ambas integrantes de la lista de mis obsesiones consentidas, la ciencia resultó prácticamente el único terreno sobre el que podría haber escrito.

—Su pasión por la descripción es deslumbrante. Para comprender la historia, ¿ayuda más la descripción o el diálogo?

Negrura tiene largos momentos dirigidos hacia las experiencias internas de sus personajes. La conversación nos guía, pero incluso en los puntos definitorios es la descripción de entornos y sucesos personales lo que nos hace entender y avanzar.

—El olor a sangre permea la novela de principio a fin hasta convertirse en personaje protagónico. ¿Es deliberado?

—Mmmh, el olor a sangre. Si algo cumplí con Negrura es justamente ese quirúrgico y sublimado gusto. Hay quienes disfrutan las novelas rosas, hay quienes gozan los haikús, hay quienes preferimos otras cosas. Hay comunidades enormes de amantes de lo oscuro en el mundo, la escena oscura mexicana es particularmente fuerte y propositiva.

—¿Su novela se inscribe en alguna modalidad literaria?

—Yo le pondría tres etiquetas: vampiros, horror y ficción. Añadiría una advertencia: “heterodoxia vampírica”.

—Nada más lejos de un lenguaje tieso que el de su novela, ¿se propuso ser antisolemne?

—Se trata más de un punto de balance entre los conceptos técnicos y científicos que expongo con el lenguaje llano que empleamos cotidianamente. De no atorarse en los fenómenos biológicos que por allí nos encontramos. De deslizarse en breves conversaciones como pienso que ocurren cuando platicamos con alguien: habla una persona y luego la otra, sin el uso de guiones y sin necesariamente especificar (como en los textos de teatro) quién está hablando, porque el lector es perfectamente capaz de entender eso y más.

—¿Cómo darle identidad a cada personaje femenino aunque en un momento dado dichos personajes tengan el mismo nombre?

—Punto crucial para la historia que además se tomó agridulces semanas: el tono psiquiátrico, la despersonalización -yo diría repersonalización puesto que conserva huellas de otra mujer- de nuestro personaje principal es justamente su identidad. Conforme presenciamos su transformación nos damos cuenta de que contiene dentro de sí memorias de doscientos años atrás que la desorientan, deseos y rencores que sólo al final le quedan claros. Enfermedad y locura, cosas de la vida diaria para muchos de nosotros.

—¿Cuál condición humana de su novela le parece más compleja, narrativamente hablando: la masculina o la femenina?, ¿por qué?

—El microambiente de mi novela es lo de menos: en la vida y en el universo entero nada me parece tan complejo como la mujer, su lado narrable incluido. Mis personajes masculinos son un mucho como yo: simples, con un sistema binario primitivo tipo encendido-apagado, algún esporádico signo de vida emocional. Misterio o no el origen de la complejidad femenina, será justamente eso lo que nos impele a estar allí, allí con ellas. Hasta en la letra escrita, siempre con ellas.

hectortrinidad

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