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El violonchelo
Para César Martínez Bourguet
Es la voz de Dios en la música.
Nadie osa interrumpirlo.
Se identifica desde kilómetros.
De pronto semeja un violín gigante.
Como el violín de un monstruo.
Cuando suena, todo se estremece.
Tiemblan las manos firmes.
El cuerpo granítico parece de trapo.
¿Qué se necesita pata tocar ese violinzote?,
se preguntan los niños.
La mujer lo coloca entre las piernas,
y quien suda es el espectador.
Hasta donde se sabe
Mozart no lo incluyó en su repertorio.
No importa,
Bach lo trajo al mundo
para satisfacción de los débiles.
Mstislav Rostropovich lo toca con devoción.
Más que Mischa Maysky.
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