Poesía
Viaje mañanero
Hago sonar los hielos.
Aproximo el vaso a mi boca.
Doy el trago, y dejo que el whisky
resbale por mi garganta.
Salvo esta ceremonia,
no pido nada al mundo.
Odio viajar.
Prefiero trasladarme de mi recámara al baño
que ir a París y empaparme de su cultura.
Amo el viaje cuando es hacia dentro.
Porque no necesito moverme de mi sitio.
El alcohol es el vehículo en el que emprendo ese viaje.
A mis sesenta y un años tengo dos necesidades:
beber y escuchar música.
La música cae del cielo en forma de brisa refrescante.
Extiendo la mano y toco jirones de Brahms.
Cada semana me preparo para beber.
Me abstengo de otros gastos
con tal de sentir cómo el whisky
irriga mi sistema nervioso.
Me percato del efecto
cuando a mi memoria vienen los ojos de ella.
A mi conciencia las carcajadas de mis amigos.
Y a mi corazón, el espíritu melódico de Schubert.
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